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martes, abril 30, 2024

Crónica de Bigott en el XIV aniversario de Wah Wah

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Bill Murray mola. Es un axioma. Las barbas molan (o molaban antes de la moda hipster). Johnny Cash mola. Cualquiera pensaría que la mezcla de estos tres conceptos daría a luz un resultado difícilmente mejorable. Y la realidad es que “Bigott”, no es únicamente difícil de superar, es directamente imposible.
En la puerta, mientras sufro la espera reservada a los puntuales, me cuentan la primera anécdota de la noche. Me dice el técnico de sonido que durante la prueba, Bigott ha comenzado a gritar “PERFECTO, PERRRRFECTO” mientras bailaba y hacía aspavientos. Era su manera de transmitir que la prueba había acabado. Y esto demuestra que su curiosa manera de comportarse no es una interpretación, realmente es así. Genio y figura. Un loco adorable.

La música (seleccionada por el mismo Bigott) se corta y la banda sube al escenario. Con mucha parsimonia y de manera deliciosamente sobreactuada nuestro héroe se coloca una horrible stratocaster de color rosa y dice unas palabras ininteligibles antes de empezar a tocar “She Is My Man”. Aún no logro entender cómo demonios hace para sonar tan condenadamente grande. Yo he utilizado los mismos amplificadores que él y nunca los he hecho sonar así. Es evidente que la magia está en sus dedos.

A partir de aquí comienza a desgranar su nuevo disco, el motivo por el que está aquí esta noche. Se suceden temas como “Echo Valium”, “First Local Recording”, “Walking Around”. Entre ellos, pequeños monólogos absurdos y curiosas interacciones con el público. Posa para las fotos, hace reflexiones sobre el pelo de Robert Redford y gesticula con fruición. Me resulta curioso ver como su expresión cambia cuando pasa de cantar a hablar con el público. Su gesto se torna grave, intenso, trascendente cuando está cantando. Cuando la melodía se acaba y toca hablar se coloca su burlona sonrisa y comienzan sus incoherencias. Es el cambio más rápido y tierno de personalidad que le he visto nunca a nadie.

Llega “God Is Gay” de su disco “The Orinal Soundtrack” con cambios evidentes. Mucho más directa y cruda, sin los adornos de la producción, suena vibrante. Quizá, si tuviera que sacar algún pero del concierto, (y he de hacerlo, de eso tratan las crónicas), sería que las baterías en general sonaban un poco encorsetadas, lejos de esa frescura que caracteriza a Bigott. Se me antojan mucho más funcionales y alejadas del detalle de lo que a mí me gustaría.

La mayor ovación de la noche se la lleva Clara Carnicer, bajista de la banda, al cantar de una manera delicada la canción “We’ll Dance” Probablemente el momento más íntimo del concierto.

Poco después el concierto termina con “Electrolane” y empieza la tradicional ronda de bises, entre los que se encuentran “Cool Single Wedding”, “Blue Jeans” y “Find A Romance”.

La Wah Wah se despeja gracias a las ansias de la gente por fumar. Bigott se mezcla entre los pocos que nos hemos quedado para pedirle una firma y/o una foto. Comienza a repartir abrazos indiscriminadamente. Cuando llega mi turno de ser abrazado, siento que es un abrazo inapropiado y realmente sincero. Y en ese momento me doy cuenta de que acaba de retratar la velada. Es un tipo extraño, si. Difícil de entender. Inapropiado muchas veces. Pero es el músico más de verdad que jamás haya conocido.

Texto: Mike Fernandez.
Foto: Water Tapes.

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Mike
Mike
Director y fundador de La Gramola de Keith. Apasionado de la música y camarógrafo y editor de video a tiempo parcial en Nanuk Audiovisual Studio.
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