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viernes, abril 26, 2024

Miss Caffeina reina (y prende) Valencia

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Escribo este texto después de haber salido a votar, con el refresco posterior correspondiente y la mente tranquila por haber aportado mi granito de arena a favor de nuestros derechos humanos. Tenía infinitas dudas, y nervios, pero al llegar a la mesa electoral recordé las palabras de Alberto la noche anterior y le he hecho caso, con orgullo y con cabeza. Espero que como el resto de personas que visitaron la Sala Moon para bailar, cantar y disfrutar de un conciert(az)o. 

Dicho esto, no he venido a hablar (solo) de política, sino de lo que anoche se vivió enfrente de la estación del AVE de Valencia, en una sala claustrofóbica, pero mítica de la noche cultural valenciana. 

La Capital del Turia siempre ha sido uno de los lugares preferidos de la banda para tocar, según ellos. Aunque permitidme que os diga, es el único discurso de un grupo hacia su público que me creo, o al menos de los únicos, porque si algo caracteriza a Miss Caffeina es su sinceridad y honestidad no solo en las letras, sino en su día a día. Quizás por eso o quizás porque desde que lanzaron «Oh Long Johnson» en marzo no habían visitado la ciudad para dar un concierto largo, único, solo de ellos, pero había ganas de directo. Se palpaba en el día, se palpaba en el barrio, se palpaba en el bar de la esquina, se palpaba desde la cola de entrada. Incluso se les palpaba a los trabajadores de la sala. O eso sentí.

Cierto es que se abrieron puertas una hora antes de lo acordado, detalle que el público agradeció para refugiarse del frío. Aún recuerdo cuando yo guardaba cola durante horas para entrar de las primeras y apoyarme en la primera fila, daba igual la temperatura, el mes, el tiempo, el lugar. Qué divertida era la espera fuera, pero qué eterno se volvía el tiempo dentro, cuando ya estás cerca, pero al mismo tiempo lejos. Sentí nostalgia al ver a esa gente entrar corriendo con ganas. Nostalgia y ternura, pues eran personas que idolatran a quien admiro y quiero profesionalmente (y personal, porqué no decirlo también). Eso quizás me devolvió un poco la ilusión musical

Las diez en punto de la noche – puntualidad británica -, con una sala repleta consecuencia de un sold out, de inicio a fin, de izquierda a derecha, con un guardarropía que no daba a basto, con las barras a rebosar y con un centro lleno de risas, abrazos, cervezas y ganas, las luces se apagaban. Suenan los primeros acordes de Oh Long Johson, canción que da nombre al último disco, y los gritos de los presentes se entremezclan entre las notas. Gritos divididos a partes iguales entre banda y cantante. Agradecida y emocionada, yo, desde mi esquinita. Pues estoy harta de la alabanza hacia únicamente el frontman

Recuerdo cuando Miss Caffeina empezó a recibir críticas por haberse vendido al pop, por haber abandonando su lado más indie, por perseguir una fama, por sonar en Los40, por haber cambiado de esencia. Recuerdo, también, cuando Miss Caffeina empezó a hacer lo que le dio la gana en cada canción. Ojo, digo canción, porque desde que se desatendieron de las etiquetas y empezaron a hacer lo que les nacía, en un mismo álbum se puede encontrar todo tipo de variedad, y sino mirad este «Oh Long Johson», con canciones desde Reina pasando por Fiesta Nacional y terminando con Prende

Un concierto que duró más de hora y media, más tiempo de lo que marcaba el evento oficial de Facebook, y por el que hicieron un viaje por las canciones que mejor definen la sociedad actual en la que vivimos, las que más les representa, las que más hacen levantar al público y derrumbar la sala. «Oh, sana», «Ácido», «Detroit», «Átomos dispersos», «Reina», «Prende», «Fiesta nacional», «Merlí», «Venimos», «Eres agua», «Mira cómo vuelo», «El rescate», «Hielo T», «Calambre», «Bitácora» cerrando con la ya querida camiseta de lentejuelas de Alberto cantando «Cola de pez» y «Freed From Desiree», momento clave en cada directo del grupo desde aquella Riviera madrileña.

A las doce menos cuarto la banda desaparecía para siempre del escenario. Despidieron canciones. Despidieron Valencia por todo lo alto. La gente empezaba a salir, sonriente, feliz. Algunos se disponían a salir de fiesta, otros nos volvíamos en metro a casa pensando en cuál sería el próximo encuentro con ellos. En sala o en festival. Y es que hoy, sin haber pasado 24 horas de la última vez, los escucho y lloro y sonrío a la vez. 

No solo no cumplieron mis expectativas, sino que las superaron. Con creces. Como nunca. No cabe duda, una vez más, de la complicidad de la banda encima y debajo del escenario. Del esfuerzo enorme que hacen concierto tras concierto para que todo salga redondo, para disfrutar ellos y hacer disfrutar a los que hoy en día siguen comprando una entrada para un concierto. Del cansancio, también, de la monotonía semanal, de siempre las mismas canciones, la misma rutina. Pero a pesar de todo, las ganas de volver a subirse al escenario para servir de altavoz, de jeringuilla que chuta energía. De hacerle olvidar a todo aquel que lo desee sus problemas durante unos minutos. 

Esencial Miss Caffeina en nuestro panorama actual. Necesaria su música, sus letras, su bienestar, su saber estar. Su existencia. La forma con la que entras a un concierto no es la misma a cuando sales. Esa es la sensación que te dejan siempre los missca. Vida renovada, fuerzas y pilas cargadas, a tal nivel que te apetece, incluso, sentarte delante del ordenador a terminar todo lo que llevas pendiente desde hace meses. 

Larga vida a vuestra forma de amar la vida. Y de verla. Hasta la próxima.

«Esto va de estar vivos
y de nada más».

 

 

 

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África Piqueras
África Piqueras
Periodista titulada, a veces pienso que por vocación. Melómana de profesión y redactora por amor.
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