Era lunes y estábamos frente a la puerta del Heliogabal, uno de esos locales mágicos y diminutos que se encuentra casi escondido entre las pequeñas calles del barrio de Gràcia. No intenta ser cool, es lo que es. Un local con sillas recicladas, una vitrina con discos en la entrada, y donde los músicos que tocan lo hacen entre el público. Sin altillo ni escenario, solo una alfombra. Es simplemente perfecto.
Parece hecho a medida para disfrutar de la voz melancólica y las guitarras folk del que fuera bajista de Woods, Kevin Morby, el cual nos presentó su disco “Harlem River”.
Entramos. En la puerta hay colgado un cartel que reza “ENTRADES ESGOTADES”.
Una vez dentro nos colocamos cerca del escenario y vemos como aparece Kevin con guitarra eléctrica acompañado por un batería.
No se hace de rogar y empieza con “The dead they don ?t come back”, la canción que cierra el disco, las pesadas melodías de guitarra nos trasportan casi a un lugar en el sur de los Estados Unidos.
Sin dejar tiempo para respirar continúa con “Reign”, posiblemente una de las canciones más movidas del que es su primer disco en solitario. Se le ve relajado y contento. Sin descanso pasa a “Sucker in the void” y el ambiente se relaja de nuevo. Continúa con la canción que le da nombre al disco “Harlem River”. Y tras ésta aprovecha para hacer el primer parón en el concierto. Se acerca al micro tímidamente y hace las presentaciones. Ahora sabemos que su acompañante a la batería es Jimmy. También aprovecha para dar las gracias por los aplausos y pregunta al público que tal se encuentran. La gente sonríe y él continúa. Ya no habrá más parones en más de media hora. En este espacio de tiempo, combina temas inéditos con canciones del disco, como la fantástica “Miles, Miles, Miles” o “Wild Side”. Incluso, en algunos temas nos llega a recordar a la mejor época de Dylan (¿Sacrilegio?) puede ser.
Después de tocar “If you leave if you marry” se aparta del escenario junto a Jimmy, y la gente se queda aplaudiendo. Se toma un descanso de un minuto. Vuelve sonriendo y pregunta si tenemos alguna preferencia y, como si de algo planeado se tratase, se escucha al fondo de la sala: “SLOW TRAIN!” todos sonreímos y sabemos que puede ser la mejor canción del disco. Pero aquí no tiene la colaboración de Cate le Bon, por lo que debe defenderse sólo. “Ok, Slow Train, thank for all” contesta. La comunión con la gente mientras la toca es total, y no necesita nada más para tenernos a muchos en el bolsillo.
Texto: Pablo Poblet
Fotos: María Suay
