Acudimos a la sala El Sol, donde tocaba Nothing Places. Ambiente tenue, misterioso y caldeado con un olor a incienso, abren paso al escenario sin previo aviso dando comienzo con una pequeña introducción hasta «Tidal Love», tema incluido en su último trabajo.
«Power in the gun», «Dark Side» y «Random Pull» (Tidal Love, 2015), sonaron como si de una historia tratase, sin pausas… la única, el agradecimiento de estar ahí esa noche, un reflejo de satisfacción que dejaron ver con alguna que otra mueca. Tidal Love sonó en el mismo orden que el álbum, aunque dejándose algún tema por el camino.
Se desataban por momentos como si la línea del sonido fuese a romperse, una conexión brutal entre los cuatro.
Emilio y su enclave de pedales haciendo de la música una pluma que roza las cuerdas, sin apenas tocarlas, junto con Martí envuelto en su burbuja al teclado se enlazaban creando un sonido envolvente sin olvidar canciones pasada como «Teardancer» o «No time» (Nothing Places, 2012), en ese momento nos dimos cuenta que la aportación musical de Ricky y Martí hicieron de estos temas sonideros una psicodelia sumergida en pop imprevisible para todos los que estábamos en esa sala.
La música bajo la influencia de la psicodelia es un paso atrevido que solo unos pocos lo hacen. El valor de todo esto está, en que si encima de intentarlo, lo haces de una forma magistral. Nothing Places hicieron de esa noche un concierto exquisito.
