El pasado Lunes 24 la ciudad de Valencia se preparaba para uno de esos fenómenos paranormales que suelen ocurrir una vez al año por estas fechas. Este fenómeno paranormal no es otro que la actuación de una figura musical de primer nivel, algo que debería estar normalizado teniendo en cuenta el tamaño, la historia y el número de habitantes de la ciudad. En los últimos tiempos, el modelo de artista conocido aquí y en Tokio parece estar en peligro de extinción, limitándose su aparición a grandes ferias y festivales como el que tuvo lugar esta misma semana.
Pero dediquémonos a disfrutar. Sobre las 21:30h subía al escenario June’s Kaleidoscope para abrir al gran Jamie Cullum. Acierto absoluto de la organización escogiendo a una banda que: 1. Estaba formado en su mayoría por mujeres; 2. Era de Valencia; y 3. Sonaba impecable.
Con una formación poco usual (sin guitarra, con un trio de cuerdas, piano y voz, y batería) consiguió llenar un recinto que iba llenándose de gente que parecía haber pagado por ver a Jamie Cullum y no respetaba a los teloneros. Escuchándose los mayores aplausos del concierto cuando un ‘ganador de un concurso online’ pidió matrimonio a su novia durante la actuación. Problema por paliar.
June’s Kaleidoscope ofreció un recital casi perfecto y medido al milímetro, sin mucha improvisación, en el que predominaron las melodías preciosistas y las armonías ‘jazzies’ pero dejó alguna que otra perla de soul. Destacaron especialmente ‘Out the River’, la nueva ‘I Can’t Wait to See All Flowers’ y una abrumadora versión del ‘England’ de The National.
Pasadas las 22:00h de la noche salía al escenario Jamie Cullum y su banda, formada por cuatro músicos que hacían el papel de doce. El concierto del británico fue casi mágico.
Nos llevamos una gran alegría al ver que seguía interpretando muchas de las canciones del ‘Twentysomething’, disco delicia que le lanzó a la fama. Es un espectáculo verle tocar. Simple. Es un espectáculo tocar el piano como si fuese unos bongos, o incluso un bajo o una guitarra, percutiendo o pellizcando con los dedos el interior del majestuoso piano de cola que lucía el escenario de Viveros. El sonido, perfecto.
El público ovacionó a Jamie Cullum hasta la extenuación, haciendo que prácticamente se ponga a llorar y obligándole a realizar un segundo bis que fue perfecto. Una elegantísima interpretación del ‘Blackbird’ de The Beatles.
Esperemos, por favor, que estos fenómenos paranormales sigan existiendo. Por el bien de todos.