Son casi las once de la noche y estamos en la puerta de la sala Matisse de Valencia, el concierto empezaba a las diez y media, pero apenas hay dos personas más esperando. Yo en estos momentos aún no lo sé, pero estoy a punto de convencerme definitivamente de que dentro de un tiempo todo el mundo hablará de Oso Leone, como si fueran el Jesucristo que va a salvar la música de una vez por todas. No son tan buenos como esperaba, lo son mucho más.
Pero no adelantemos acontecimientos. Entramos a la sala, el panorama sigue igual de vacío. Hacen los honores I Am Dive empezando por “Constellations”, su disco homónimo. Después de la primera canción miro a mis espaldas, aún aturdida por la mezcla de la simplicidad y ese nosequé que tienen sus canciones, y de repente la sala ya está medio llena. De dónde ha salido toda esta gente, nadie lo sabe. I Am Dive siguen a lo suyo, Esteban a la voz y José a la eléctrica y los teclados, el primero no sé por qué pero me recuerda a Pepo de The Secret Society, pero menos cortavenas e igual de interesante; el segundo, el de la eléctrica, no toca la guitarra: la utiliza. La fase de los cuatro acordes ya la superó, ahora está muy por encima de eso, le saca el máximo partido, la explota. Mientras estoy pensando en ello, Esteban dice que van a tocar de las nuevas, pero antes el single I was so sad so I was dancing. Las nuevas canciones son más… ¿cañeras? No es la palabra ni de lejos, pero se nota la evolución y el cambio, se atreven más con las bases.
Y con este buen sabor de boca que nos dejan I Am Dive, Oso Leone empiezan a subir al escenario y no sé exactamente qué es, pero tengo un presentimiento. Si I Am Dive eran el mar, con graznidos de gaviotas incluidos en alguna que otra canción, Oso Leone son el bosque. Pues sí, como los Pokémon. La voz de Xavier Marín empieza con la primera canción y, aun estando completa por sí sola, aparece la segunda voz de Paco Colombàs como la chispa que le quedaba para hacer el conjunto prácticamente perfecto. Lo que acabamos de oír es Crisantemo, una de las nuevas. Una canción de Oso Leone juega con el silencio, los sonidos se contienen, los cinco mallorquines que hay sobre el escenario los manipulan hasta que llega ese preciso momento en la canción en que todo explota. Y ya está, así de simple, una fiesta para tus oídos. Cinco tíos sobre el escenario: Xavier y Paco a las voces y guitarras, Eusebio al bajo, Jonathan a la batería y Joan Dell’Olmo al teclado (por cierto, hermano gemelo de Papu el cantante de Polock). La combinación justa sobre el escenario, tienen gancho.
Llevan semanas de gira y eso se nota en sus pintas de homeless, lo cual les hace aún más divertidos. Al principio se centran en las canciones de su primer álbum, “Oso Leone”, con temas indispensables como Papermoon, The Benben Stone, Falcó, Fire, Rebellion… La gente aplaude, el público entusiasmado, hay hasta fans locos gritando. Ahora Paco anuncia con su acento mallorquín “Estas son las nuevas” y empiezan los primeros sonidos de Ficus, que conozco por un vídeo de un directo que hace muy poco alguien colgó en Youtube. Y vaya cambio, si las viejas canciones eran buenas, estas son aún mejores. Pero siguen con ese espíritu suyo intacto, suyo y de nadie más, porque no se parecen a nada de lo que he visto últimamente por el mundillo; la palabra “indie” suena hasta ridícula. Siguen con River y Samphire, cada una diferente a la anterior. En Samphire el público se apelotona a primera fila y desgasta sus zapatillas bailando, cosa que nunca me habría imaginado que pasaría. De entre la maraña de gente de repente sale un hindú que ha entrado a la sala vendiendo cosas, lleva una montaña de 20 sombreros de cowboy en la cabeza y va agitando un palo con una estrella de lucecitas verdes, rojas, amarillas y azules cual hada madrina.
Texto: Alma Porta
