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sábado, abril 20, 2024

Leiva y su imparable victoria

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Allá donde va Leiva, con su Leiband, recoge éxitos y cánticos de admiración, triunfo, fervor y devoción. Indudablemente, el cantante madrileño empieza a rozar el cielo y no solo por su reciente participación en el programa de ‘El cielo puede esperar’ de Movistar+.

Viernes 12 de julio, Jardines de Viveros, Valencia. Era una de las citas más esperada por el público de la capital del Turia dentro del ciclo de conciertos de la Gran Feria de Julio. No lo digo yo, lo dicen las 5.000 entradas vendidas a más de tres meses de su celebración. Un sold out previo que acabó remantándose con el cartel de «sin entradas» colgado en las taquillas del recinto. Esa era la primera imagen con la que te encontrabas al llegar a la puerta.

El público se fue acercando poco a poco a las inmediaciones del evento. Conforme avanzabas hacia la zona te ibas encontrando con más y más oleadas de personas, cerveza o bocadillo en mano, ilusionadas y sorprendidas por la rapidez de las colas. También es verdad que las puertas se abrían dos horas y media antes del inicio del concierto, acierto absoluto para evitar masificaciones, nervios descontrolados y posibles caos antes de empezar. Un público heterogéneo, desde adolescentes hasta los fans más acérrimos de Pereza; un ambiente sano, acogedor, llamativo, encantador, respetuoso. Y no solo por la mágica naturaleza que lo rodeaba, sino porque en pocos lugares he visto yo que se guardara la B a la hora de pedir en barra, así como la eficacia de los jóvenes que atendían en ellas. Todo iba bien. E incluso mejor que nunca.

Diez minutos pasaban de las diez cuando las luces se apagaron por completo para recibir entre ovaciones a la Leiband y, acto seguido, a su protagonista. Leiva asaltaba el escenario, como es habitual en él, señalando a su público, abriendo los brazos recibiendo su abrazo y señalándose el corazón mientras agachaba su cabeza en modo de agradecimiento. Todo ello escasos segundos antes de desempolvar los dedos en las cuerdas de su guitarra. La banda salió a por todas, dejando ver desde el primer minuto que el rock, la pasión y la buena vibra iban a ser las estrellas de la noche y no ellos.

‘Expertos’, ‘La lluvia en los zapatos’ y ‘Animales’, así decidieron disparar su cañón y provocar el delirio colectivo, sin miramientos, sin pensárselo dos veces. Con la sexta marcha puesta, a todo gas. Y sin parones, llevan por bandera en esta gira encadenar una canción tras otra, como en los conciertos de grupos emergentes que solo quieren tocar, aprovechar su tiempo, yendo a por todas las de ganar. Y es algo que se agradece, aún más, cuando estamos hablando de alguien que ya lo tiene todo ganado. Que no necesitaría, a priori, seguir demostrando que merece el éxito, que merece estar en el pico más alto cualquier montaña. Pero Leiva se empeña en continuar creciendo, en mejorar y en demostrar que está ahí porque quiere, porque le gusta, porque es su pasión, además de su profesión, su vida, su sueño – del que además no quiere despertar -. Es por ello que nunca se conforma con lo que tiene y va a por más. Porque le da la gana, también, ya que nadie se lo pide. Haga lo que haga tiene su éxito asegurado.

Este concierto, dentro de la gira Nuclear, se celebraba justo dos años después de la última visita del flaco al mismo recinto de una de las ciudades que, según él, más le quiere. Hace dos años, asimismo, el cantante de Pereza recorrió la Comunidad Valenciana de arriba abajo entre festivales y conciertos individuales. Bien, permitidme la licencia de decir que Leiva nunca había sonado tan a Leiva como este viernes 12 de julio. Lleva años con su banda consolidada, con un Juancho que se adentra en sus acordes como si fuese la primera vez que toca; un César Pop que marca las líneas de actuación; una batería y una percusión endemoniadas, pasionales; un bajo que quiere pasar desapercibido, pero es Manolito Mejías; unos vientos culpables de una locura transitoria con cada movimiento de baile y, por suerte, a día de hoy, una apabullante, brillante y diva como ella sola, Patricia Lázaro, a los coros. Decidme ahora qué más da los premios de radiofórmulas que consiga Leiva cuando ante 5.000 almas y corazones provocan tal huracán de emociones positivas, después de tantos años de carrera y en los días grises que vive la música en nuestro país últimamente. La Leiband es esa persona que consigue ser sol incluso en tus días de mierda.

Viveros sonó a claridad, a contundente, a directo puro y duro, a indirectas – también -, a emociones sin maquillaje, a todo lo contrario al postureo, a las modas; Valencia se llenó de garra, energía, pero sobre todo de ganas. Leiva fue a lo que vino a hacer, a morder el hueso. A cicatrizar la herida. La suya, la nuestra.

Arremetieron sus canciones con una desesperación irreconocible. Temas como ‘Lobos’, ‘Terriblemente cruel’, ‘Guerra Mundial’, cobraron más sentido y vida que nunca. Los fans cantaban entregados cada frase que los compone, incluso en los momentos de silencio en los que a veces no se ponen de acuerdo con la palabra que termina la estrofa. Llevaban los deberes hechos. La banda, también, demostraba en cada minuto su ansía por devorar cada canción, por no hablar durante ‘Miedo, ‘Sincericidio’, ‘Nuclear’ y ‘A ti te ocurre algo’.

Los conciertos del madrileño son así. De celebrar lo incelebrable. De sorprenderse. De tener la piel de gallina todo el rato. De abrazarse. De emocionarse. De cantar hasta no poder más. De bailar como si estuvieses encima del escenario. De mirar a Leiva con una sonrisa de amor. De reír. De llorar. Y de enamorarte aún más de tus amigos, de tu pareja, de la vida. Es posible que su fórmula sea galardonada por la sencillez y la eficacia, por su rock de riff clásico y de recreo quinceañero. Pero es la fórmula que, como comentó Fernando Navarro tras los conciertos del Wizink, hace que el compositor y cantante desborde la ciudad donde va.

A lo anterior se le añade su apéndice de sorpresa, como en cada gira, y es entonces cuando decides que jamás quieres salir del mismo recinto donde te esté tocando Leiva. En primer lugar, el visual y montaje que acompaña a las canciones en esta gira eran dignos de aplaudir hasta quedarse sin huellas dactilares. Y es que cada vídeo, cada escena, secuencia, está pensada al detalle para cada letra, cada momento y vivencia. En segundo lugar, da igual la distancia a la que estés del escenario, siempre tendrás algún momento de conexión íntima con él, como si las restantes 4.999 personas no existieran a tu alrededor. Eso consiguió el artista cuando pidió al público silencio para interpretar, él solo a guitarra y voz, ‘Vis a vis’. Con unos brazos desplegados del cuerpo y de las cuerdas del instrumento, acercándose a la figura más parecida del ángel caído del cielo, Leiva interpretó las primeras estrofas de lo que es su canción más reivindicativa, romántica y social. O al menos una de ellas. De forma posterior, la inesperada ‘Estrella polar’ y ‘La llamada’ – totalmente mejorada en directo y la que le llevó a ganar el Goya en 2018 -, crearon el mayor éxtasis jamás vivido en Viveros. Éxtasis que acabó con las mentes folladas cuando, de repente, la Leiband mantuvo ‘Lady Madrid’ para cerrar su directo, algo que es ya tradición desde que Leiva comenzó su andadura musical en solitario.

La conquista de Leiva es innegable, le pese a quien le pese. Aún recuerdo su primera gira con «Diciembre», el primer disco publicado tras la separación de Pereza. No congregaba a más de 300 personas en una sala. Y ahora, aunque el sector más melómano de la música siga sin reconocerle, el éxito y la victoria del músico, con la ejecución más perfecta y capaz de romper cualquier esquema, es imparable. Él canta eso de que no mueran nunca los cantantes. Pero cantantes como él.

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África Piqueras
África Piqueras
Periodista titulada, a veces pienso que por vocación. Melómana de profesión y redactora por amor.
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