Hoy, el trocito de cielo mediterráneo que cubre mi casa, ha amanecido cubierto por nubes grises y pasado por agua. No es que quiera condenar las canciones de Nacho al ostracismo durante los meses estivales, pero a mí me vienen especialmente bien en otoño, y ya se quedan hasta el final del invierno. Así que el estreno del nuevo single de Nacho Vegas, »La flor de la manzana», tiene hoy un escenario inmejorable según mi imaginario personal.
Dado que ya hay muchos entendidos en música que se dedicaran durante los próximos días a hacer minuciosos comentarios sobre acordes, influencias diversas y tecnicismos varios, yo lo dejaré para el final y empezaré por el principio (o más bien, por los principios). La nueva canción de Nacho está inspirada en el movimiento obrero asturiano -una vez más-, concretamente en la huelga de hambre de los estibadores de El Musel, el puerto marítimo de Xixón.
Mientras la mayoría de nosotros nos encontrábamos sumidos en una espiral mediática relacionada con la pandemia mundial que ha agitado nuestras vidas los últimos años, los trabajadores de EBHI -empresa de titularidad pública de la que es accionista mayoritaria la Autoridad Portuaria de Xixón– alzaban la voz por sus derechos laborales y los de sus compañeros. Los estibadores en huelga luchaban contra la privatización de la última empresa portuaria semipública del Estado español, una privatización que amenazaba directamente sus puestos de trabajo. Pero entre tanto ruido y aplausos fervientes, nadie oyó la voz de los estibadores. Y es que claro, en la sociedad de la desinformación, no es suficiente con gritar muy fuerte. Sin altavoces es complicado destacar en medio del estruendo de las masas. Es imposible no pensar en los bomberos forestales del País Valencià que ahora mismo se encuentran en huelga indefinida, también por la precarización de sus lugares de trabajo y de servicios fundamentales, sacrificados a las empresas privadas mediante subcontrataciones y otros tratos oscurantistas.
Merece especial atención y reconocimiento el videoclip animado de Miguel Brieva, que ilustra, a través de un montón de bolas de cristal, escenas demoledoras de una sociedad decadente socavada por un modelo de vida insostenible: Imágenes de distopías protagonizadas por ovnis y astronautas exploradores, mezcladas con mares y pescadores. Chimeneas industriales humeantes encumbradas sobre ruinas, desiertos nevados y paraísos sucios estrechamente relacionados con lingotes de oro y montones de billetes.
No es casualidad que la principal actividad de la empresa portuaria mencionada anteriormente vaya destinada a las centrales térmicas y la industria siderúrgica. Como tampoco es casualidad que en plena emergencia climática y en mitad de una crisis energética global (sí, esto está sucediendo aunque no salga en la tele) los gobiernos cometan la irresponsabilidad de supeditar la decencia humana y el cuidado del planeta a la rentabilidad económica, mediante la privatización de ciertos sectores. No es la primera vez que Nacho Vegas y Miguel Brieva se posicionan sobre estas cuestiones y ponen su arte al servicio de las causas justas. Porque, de otra manera, si Nacho escribiera con el único afán hedonista del buen gusto, sin decir nada ni hablar de nada, no sería Nacho.
No obstante, él sabe muy bien que no hay que dejar pasar ni la más mínima oportunidad para transformar el descontento en acción política. Sabe que necesitamos utopías que nos muevan, no distopías paralizantes. Y de ahí el precioso mensaje de esperanza de su nuevo single: Nacho tiene »la certeza de que la situación ha de darse la vuelta, algún día, cuando la La flor de la manzana se convierta en sidra’‘. Para acompañar este destello de optimismo debidamente, ha introducido una auténtica bomba de ritmos afrocaribeños y latinos, con la colaboración de las magníficas puertorriqueñas Mancha ‘E Plátano. No me gustaría pasar por alto un asunto tan importante como la gran presencia femenina que hay en el nuevo disco de Nacho, que no verá la luz hasta el próximo año. No solo ha contado con la participación del combo puertorriqueño sino también con Alba Careta a la trompeta, Haitztea Mariaratu al saxo y Maria Cofan al trombón. En una escena musical tremendamente machista que invisibiliza a las mujeres o las relega a lugares establecidos por los roles heteropatriarcales, es de agradecer que se visibilice a instrumentistas como ellas.
Si bien es cierto que la relación de Nacho con la música latinoamericana no es nueva (es un fan declarado de Violeta Parra, entre otras referencias), el nuevo aire que nos trae ha sido un acierto total. Suena como siempre pero diferente. El espejo sonoro de la canción es el álbum «Teatro», de Willie Nelson, un artista admirado tanto por Nacho y como por sus productores. En este caso, les inspiró la mezcla que hace Nelson de los ritmos latinos con la tradición anglosajona. Sea como sea, es incuestionable el buen gusto de la producción y ha elevado las expectativas de su próximo disco, que publicará de la mano de Oso Polita en 2022.
Puede ser que la música no sea revolucionaria en sí, pero nos acompaña a todos en los procesos sociales. Lo que hace Nacho es asumir la responsabilidad social y política que tienen (o deberían tener) los artistas, contribuir a una cultura crítica y usar la música como una herramienta de transformación más, siempre al servicio de las clases populares. Y, además, con buen gusto. ¿Que más se puede pedir?