‘El Festival de Les Arts siempre gana’ – Crónica Vol. V

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No importan las críticas previas al evento, ni los comentarios negativos del público descontento, decepcionado e incluso fiel. El Festival de Les Arts acabará ganando, superándose y manteniendo su alta posición en el ranking de los festivales favoritos nacionales del verano. Es el primero, es el que abre la veda de los siguientes meses, pero sobre todo, es el que cuenta con el espacio más emblemático y mágico para celebrarse, por todo lo alto.

El viernes 7 de junio se abrían las puertas, a eso de las cuatro de la tarde, para festejar la quinta edición del único festival celebrado en la plena ciudad de Valencia. Hacía un calor exagerado, pero también había ganas. Estaba todo preparado y los motores calientes desde la tarde anterior con el acústico de Varry Brava a espaldas del escenario principal. Sin más rodeos, acompañadme a esta aventura musical.

VIERNES 7

Nunca había entrado tan pronto a un recinto festivalero, ni siquiera en mi primera vez. Este año quizás por las ansias o quizás por la compañía, a las cinco recogía la acreditación y atravesaba el cordón de seguridad para recorrer el recinto, y conocerlo, hasta llegar a la zona VIP, con su sombra, su pérgola con plantas, salvaje, verde, bonita, acogedora. Cerveza en mano para soportar el calor, reencuentros, visitas a las barras repartidas por la zona para saludar a amigos… El Festival de Les Arts ya había desprendido su magia sobre mí a los minutos de entrar. Era imposible no sonreír.

A las seis de la tarde, puntuales, asaltaron Valira el escenario Brugal y Sofía Ellar el mítico Coolway. A la misma hora, con el mismo intenso y horroroso calor tropical, pero con un público fiel, bailongo, respetuoso y feliz. Eso se respiraba en ambos escenarios, con perfiles de espectadores diferentes, pero compartiendo un ambiente sano, de alegría, paz, ganas, ilusión y emoción. La música es música y no deberíamos caer en prejuicios, toda ella puede convivir. Esa es la esencia, creo, que quiere transmitir Les Arts desde su pasada edición. Cabida para grupos emergentes y jóvenes junto a artistas consagrados, cada cual con su estilo propio.

Amaia, por Alexandre Zaragozà

Contra todo pronóstico, a las seis y media de la tarde el recinto ya lucía con los mejores looks de cada visitante, a pesar de ser viernes y contar con un cartel medianamente flojo. La culpable, posiblemente, Amaia a las siete en el escenario Heineken, el principal. La ganadora de Operación Triunfo 2017-2018 salía al escenario entre aplausos y gritos de alabanzas. Sí, para ser ella no había tanta aglomeración, pero para la hora que era consiguió reunir a una cantidad de gente importante a considerar, y eso es indiscutible.

Amaia Romero es artista, a pesar de su juventud y escasa experiencia. Cuenta con una banda que le ayuda a mejorar su altura. Núria Graham, a la guitarra y coros, complementa a la perfección el arte de la pamplonesa. Es cierto que no te anima a seguir su concierto con el total de tus sentidos ya que los temas que interpreta aún no son públicos, dado que forman parte del disco que publicará en septiembre. Es cierto también que el momento más álgido de su directo lo marca ‘Perdona (Ahora Sí que Sí), colaboración que realizó junto a Carolina Durante. Sin embargo, el clima y aura que ella, con su guitarra y su piano, además de su voz dulce y angelical, transmite desde el escenario, hace que tengas que arrodillarte y darle las gracias por existir. Por existir y por romper los cánones y esquemas que, al parecer, se deben cumplir cuando sales de un programa de entretenimiento televisivo como es OT. Amaia ha pasado de interpretar canciones de otros artistas, como El Kanka o Dani Martín, a cantar las suyas contando sus cosas, lo que ella quiere mostrar. Con garra, con fuerza, con sentimiento. Amaia vence por goleada a Operación Triunfo, a sus compañeros y a la industria musical. En la Academia causó mucha expectación mediática, asimismo todos nos preguntábamos qué sería de ella después. Ahora la respuesta es clara: es un artista que busca su propio camino, marca sus tiempos, sus plazos y sus intereses. No quiere venderse al mejor postor, solo busca dedicarse a la música, mimarla, cuidarla y disfrutarla. España ha adoptado al perfil que su cultura necesita y, si todo va como debe ir, en un futuro habremos ganado a una artista y no a un producto más.

De una mujer empoderada, a otra poderosa. Delaporte, desde el escenario Brugal, ofreció uno de los mejores conciertos de la jornada del viernes, por no decir el mejor. La potencia de Sandra junto a la energía y los sonidos hipnóticos de Sergio – el cocktel explosivo – volvió a demostrar que son los mejores en lo suyo, en la música electrónica, así como el futuro más prometedor dentro de este género musical. Al mismo tiempo, en el espacio Coolway, actuaba Shinova, otra de las bandas revelación a tener en cuenta. Lo poco que pude ver de ellos sonaba a un rock alternativo potente, a ganas de comerse el escenario, a gente joven que lucha con fuerza su posición en la música. Y lo están consiguiendo, tanto ellos como Delaporte han pasado de actuar a las cinco de la tarde en cualquier festival a ocupar el horario de las ocho. Aunque no debería marcar nada las horas de actuación, ni calidad ni fama, pero aún sí parece definir al artista.

Delaporte, por Alexandre Zaragozà

Lo que parecía ser la hora de cenar para gran parte del público, según los comentarios que se podían leer en redes sociales, Rozalén, en el escenario principal, acabó convirtiéndose en el plato fuerte de la tarde-noche. Esto sí que como sorpresa para todos, yo incluida. Conoces canciones de la artista, te parece una tía con carisma, igual que Beatriz Romero, la interprete de lenguaje de signos que siempre va con ella, pero caes en el error de prejuzgar antes de ver su directo y maldices a toda la organización del festival por contratarla. Hasta que la ves y dices «joder, qué pasada». Qué pasada el ambiente que crea en el público, qué pasada de sonido, qué pasada de repertorio, qué pasada de voz, qué pasada de energía, qué pasada de concierto. Qué pasada de mujer. Entonces te enamoras de ella, de su persona y agradeces no haber perdido el tiempo en el kebab o el puestecito de hamburguesas y patatas fritas. Al final los festivales deberían seguir manteniendo su esencia de ofrecer bandas que tú no verías por tu propia cuenta para conocerlas, darles una oportunidad y luego ya, con motivos aparentes, criticarlas si es necesario.

Siloé y Zoo fueron los siguientes, en el escenario Brugal y Coolway, respectivamente. Siloé, con menos afluencia de público que los valencianos Zoo, supieron calcinar el ambiente para mantener a su audiencia viva, despierta, con ganas de darlo todo. Mientras que Zoo, con un público arrebatador y un rock alternativo, con sonidos electrónicos, y en valenciano, hizo que el ambiente fuera festivo en las primeras filas, no tanto hacia el final. Aun así, lo que el grupo está consiguiendo tanto dentro como fuera de la Comunidad Valenciana es digno de admirar.

La M.O.D.A fueron los siguientes, en el escenario Heineken. Uno de los grupos míticos de cualquier festival de la geografía española, volvía a pisar el Festival de Les Arst justo un año después, aunque esta vez el escenario principal. A su altura y nivel. Además con más tiempo de actuación, o al menos esa fue mi sensación. El recinto ya estaba a rebosar, era imposible cruzar desde la zona VIP a pies del escenario, ni siquiera formando cadena con tus amigos. No obstante, eso es buena señal: los burgaleses lo están petando, a pesar de no contar con un sonido óptimo. Los niveles de volumen eran mínimos y eso hacía perder la conexión con el grupo, escuchabas más las conversaciones de alrededor que la voz de David. Aún así, no habrá una banda que te ayude a descargar tanta tensión acumulada como lo hace La M.O.D.A. Ese ‘Héroes del Sábado’, esos ‘Lobos’, esos ‘Nómadas’… Esa ‘Inmensidad’.

De la intensidad sentimental al lado más reivindicativo tomado con humor. Putochinomaricón salía con más ganas que nunca al escenario Coolway. Posiblemente el público se dividía entre personas que conocen al artista y personas que se acercaban a curiosear quién era porque el nombre les llamaba la atención. Sorpresa: es un cuadro sobre el escenario, pero un cuadro de arte. Te hace pasar el rato, sí, te entretiene, también, pero hablemos de sus letras protesta contra la homofobia, el racismo, las injusticias sociales. Él solo, con su música electrónica y su desparpajo, te llena el escenario. Y tú, insólito, lo gozas. Al mismo tiempo, en Brugal, la banda valenciana Peranoia trataban de luchar su directo. Son buenos, muy buenos, pero era difícil luchar contra el Putochinomaricón más famoso de nuestro país.

El viernes llegaba a su fin y creo que no existía mejor manera de cerrar que con Fangoria, por el cartel de ese día, por las reivindicaciones que los diferentes artistas realizaron, por la diversidad de géneros musicales. Sin duda, Alaska era la más indicada para cerrar el círculo. Seguirá siendo el mejor playback de nuestro país, pero joder, no es fácil hacerlo sin que se note. Yo la admiro. A ella a y los bailarines que ellos solos serían capaces de quemar el escenario. Temazo tras temazo, jóvenes y mayores compartiendo décadas, tiempo y espacio; fuegos artificiales, final de fiesta. Todos arribísima, las tres de la mañana. Alguien te dice «en La3 pinchan Las Survivors«. Pues va, vámonos, que la noche es joven.

Rozalén y Beatriz Romero, por Alexandre Zaragozà

SÁBADO 8

Felices, emocionados y agradecidos por los diez grados menos que marcaban los termómetros, por la ráfaga de aire fresquito que le daba tregua al calor y te garantizaba el uso de un jersey. Qué bien, gracias. Sin más detalle, permitidme que empiece a hablar directamente de las bandas que formaban el cartel de la segunda, y última, jornada. Permiditme también que me exceda en alguno de ellos. Lo que se vivió el sábado en la explanada de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia va a ser imposible de superar, al menos en mucho tiempo.

Carmen Boza abría el festival, en Coolway, al mismo tiempo que Mr. Perfume en Brugal, de los cuales no voy añadir nada. No por otro motivo que no sea mi hipnosis viendo a Boza. Qué arte, qué voz, qué presencia física, qué letras, qué bonito lo hace todo. Qué fuerza, qué pasión. Qué mujereza, también. Es vedad que el público no era abundante, pero aún hay tradición española de no valorar a las mujeres, y menos las mujeres poderosas y empoderadas. Con todo, Carmen Boza cuenta con algunas de las letras más potentes de nuestro panorama nacional. Además de talento. Lo lleva demostrando a lo largo de su carrera, pero por si quedaba alguna duda lo acabó confirmando con su último disco «La caja negra».

La tarde la protagonizaban mujeres, como en el caso del viernes. Porque si algo hay que destacar de esta quinta edición del Festival de Les Arts es su apuesta por las mujeres artistas y músicas, al mismo nivel que los hombres. Zahara, en el escenario Heineken, era la siguiente. La diosa. La musa de la música en España. La reina del universo. La mujer ejemplo. Había ganas de ella, no solo en mi cuerpo, sino en las cientos de personas que se aglutinaron frente al escenario principal desde varios minutos antes al concierto. El decorado que te trasladaba al espacio, la banda de nivel que le acompaña (mención especial a Martí Perarnau, hombre del día, del mes y del año) y su forma loca, espontánea y divertida con la que vive cada directo. Así es Zahara. Poco importó su erróneo repertorio para un festival, canciones lentas, melancólicas, que sobrevivían y sobrevolaban el ansía de un público con ganas de bailar y saltar, aunque temazos, ‘El frío’, ‘Camino a L.A’, ‘Guerra y paz’, entre otros. Ese éxtasis llegó al final con ‘Caída libre’ y ‘Hoy la bestia cena en casa’. Un sonido espléndido, una energía arrebatadora, una voz hipnótica, una Zahara bestial. Lo demás no importa mientras estés viéndola a ella. Debería ser icono de todo lo bueno. Es de las pocas artistas que saben llevarte a otro planeta, del que posiblemente sea ella. Lo que aún no entiendo es cómo no derrumba los cimientos de cada escenario que pisa.

De una artista consagrada a una banda que en escasos dos años ha conseguido escalar a lo más alto de la cima, por sus letras irónicas y su curiosa personalidad, además de directos. Os hablo de Carolina Durante, los cuatro amigos que con su ‘Cayetano’ se ganaron el bolsillo de gran parte del público festivalero del país. No quise marcarme expectativas para este directo. Me hablaban bien y mal, más mal que bien. «Pueden ser todo lo divertidos que sean, pero suenan horroroso, Diego canta mal, no tienen ni idea», era lo más suave que podría haber escuchado. Nunca los había podido ver y, lo siento, pero ahora formo parte de esas personas que han caído rendida a sus pies. Ofrecen algo que el resto no, al menos de los que hacen ruta actualmente. El ambiente es llamativo, hay Cayetanos cantándose a ellos mismos y personas alternativas cantando acordándose de algún Cayetano. Mola, es parecido a la convivencia de un campamento. Y la banda, mientras, a su puta bola. Quizás sin saber todavía muy bien cómo han llegado a la posición en la que están, a llenar un recinto como el de Les Arts. ‘Perdona (Ahora Sí que Sí)’, ‘Joder, No sé’, ‘Himno titular’ y el ya nombrado ‘Cayetano’, son sus canciones de confianza. Sorprendente, también, el poder del grupo al ver cómo sus espectadores cantaban a pulmón abierto los temas del disco que publicaron escasos unos meses.

Diego, cantante de Carolina Durante, por Alexandre Zaragozà

No exagero con la afluencia del público, tanto en Carolina Durante como en el festival en sí en la jornada del sábado – el sold out era más real que nunca – cuando tardabas más de diez minutos en cruzar de un extremo a otro para cambiar de escenarios. Reconozco sentir nervios cuando asaltó el escenario principal Iván Ferreiro y aún me quedaba medio camino hasta llegar a la zona VIP. Por suerte la gente se desviaba y pude sentarme en uno de los bloques de madera para disfrutar del que, para mí, era el artista fuerte del día. No hablo, para nada, objetivamente.

Iván visitó Valencia en el mes de abril, aquella vez con su disco homenaje a Golpes Bajos. Esa noche estuve en nuestro resplandeciente Palau de la Música, pero vendiendo sus camisetas. No pude disfrutar de él. Llevaba dos años sin verle, tenía ganas. Tantas ganas que no podía permitirme perder ni un segundo de su directo. Y menos mal que mi objetivo era ese porque el concierto que se cascó en Les Arts fue digno de ni siquiera grabar una canción con el móvil, sino de disfrutar, cantar, mirarle de lejos y sonreír, como una idiota enamorada. De él, de su música. De su banda. No faltó ni un tema mítico de Los Piratas. Amaro estaba, también, asombroso. Y es que la conexión que tienen los hermanos es tan envidiable como la que pueden tener Juancho y Leiva. Les inunda a ambos la pasión, y se evaden de cualquier responsabilidad personal. Lo mismo que su público puede llegar a experimentar a lo largo de los 90 minutos de actuación.

‘El equilibrio es imposible’, ‘Pájaro azul’, ‘El dormilón’, ‘Años 80’, ‘Turnedo’, ‘Abrázame’, ‘La otra mitad’, ‘El pensamiento circular’ junto a Zahara, y el homenaje a Gonzalo con tres minutos de ruido, fueron los momentos más orgásmiscos de lo que llevábamos de festival ese sábado 8 de junio. Un Iván Ferreiro más en forma que nunca. El maestro de toda ceremonia. El dios de los dioses. El compositor más culmine de todos los tiempos. O al menos uno de ellos. Larga vida, querido.

Zahara, durante su concierto, por Alexandre Zaragozà

Second, en Coolway, y La Plata, en Brugal, fueron los siguientes. La marea de gente que se trasladaba de un escenario a otro era tan arrasadora que debías elegir entre: jugártela y participar en ella o esperar cerca del escenario Heineken para después disfrutar en condiciones de Vetusta Morla. Y bendita decisión la segunda porque lo que viene a continuación fue apoteósico.

Vetusta Morla. Los endiosados de España. De cada festival. De cada crítico musical. De cada persona partícipe de un público melómano. Tampoco quise marcarme expectativas, por aquello que dicen que mejor vivirlo y no meterte la hostia por haberte precipitado. Así que mi sentimiento era de ganas, e ilusión por ser la primera vez – nervios, vaya -. No cabe duda de que es una de las bandas más importantes en la actualidad, pero elegid siempre la opción de experimentarlo en vuestras propias carnes y no que os lo cuenten, porque creedme que yo viví el mejor polvo de mi vida.

Energía, fuerza, pasión, cercanía, juego, aventura, amor, oxígeno, potencia, voz, letrazas, temazos, bandaza, música, honor, gloria, placer, lágrimas, saltar, cantar, bailar, reír, sonreír, volver a llorar, quedarse sin voz en la tercera canción, querer abrazar a Pucho todo el rato. Abrazar, miradas de complicidad, agradecer estar ahí, flipar, gozar, no querer mirar la hora para saber cuánto queda para el final. Y quizás me quede corta en comparación a lo que allí mismo se vivió a eso de las doce de la noche de la madrugada al domingo.

Sí, es la banda más preparada y consagrada que gira a día de hoy por nuestro país. Es la banda más experimentada. La banda que más sorprende. La banda que más claro tiene lo que quiere hacer. La banda que tras montar su propio festival el verano pasado en Madrid, podría haber decidido no apostar por más. Pero no, conformarse no entra dentro de sus planes.

‘Maldita dulzura’, ‘Cuarteles de invierno’, ’23 de junio’, ‘Consejo de sabios’, ‘Valiente’, ‘Te lo digo a ti’, ‘Golpe maestro’, ‘La deriva’, ‘La Vieja Escuela’ con su ya deseado remix con canciones de otras bandas partícipes del evento, entre otros temas hasta llegar a ‘Los días raros’, acompañado con fuegos artificiales y un grupo que, desde su propia posición en el escenario, se emocionó tanto y más como las miles de personas que se congregaba frente a ellos. Jamás había vivido tal locura de directo en la vida. Y justo aquí es donde me volví a repetir que no sé qué sería de mí sin el Festival de Les Arts.

Después de tal brutalidad, salvajada y barbaridad, lo que quedaba del sábado casi no podía destacar. Sin embargo, el set de Elyella devolvió las ganas de fiesta a los festivaleros que decidieron rematar el festival y no abandonar, aún, el recinto. Una actuación escasa, pero intensa. ‘Mira cómo vuelo’, ‘La ruta del amor’, ‘Hola, ¿qué tal?’ y ‘Todo lo que importa’ fueron algunos de los temas que se encargaron de cerrar la fiesta más gamberra de Les Arts.

Dorian fueron los encargados de cerrar el escenario festival y la quinta edición de un evento rodeado de calumnias, que, por cierto, consiguió superar con creces. La banda barcelonesa hizo caso a las mentes del público que pedía los temas más famosos y conocidos, los que no te cansas de cantar y bailar cada vez que ves al grupo en directo. ‘Hasta que caiga el sol’, ‘A cualquier otra parte’, ‘Arrecife’, ‘Los amigos que perdí’ y ‘La tormenta de arena’ final con un baño de confeti. Lucharon por mantener la llama vida, les fue difícil, pero el público estaba más embobado que nunca. La magia de Les Arts te posee desde el momento en el que llegas a la zona de acreditación. Sin exagerar.

Final de festival. Tres de la mañana. Sin voz, casi sin piernas. Sin taxis. Sin cabify. Pero felices, un año más. Como dicen mis amigos, los cuales tienen más razón que un santo y, además, han hecho de esta quinta edición un fin de semana más especial de lo normal, el Festival de Les Arts, te guste más o menos su cartel, es una cita obligatoria, como Nochevieja. Y la esperas con ansia, pasa rápida y el domingo te levantas mirando al techo y diciendo «joder, ¿ya?». Y entonces empiezas la cuenta atrás para el siguiente año.

El 5 y 6 de junio de 2020 volveremos a cruzar las puertas del Festival de Les Arts. Una edición a la que le deseo progresión y mantenimiento en cuanto a instalaciones, personal y trabajadores, porque sé que el sueño de más gente amante de la música y menos gente a pasar el rato por ser un festival «de moda» es inalcanzable. Un tema que me daría para otra publicación igual de larga o más que esta.

Besos, abrazos. Y nos seguimos bailando.

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