Son varios los espacios que el patriarcado nos ha reservado a las mujeres para poder llevar a cabo nuestras vidas con total paz y armonía sin molestar a nadie. En el mundo de la musica nos tienen reservado un espacio concreto que me gustaría comentar. Se trata de ocupar el lugar de “La Chica”, esa única mujer de un grupo que (normalmente) le hace los coros al señor solista o que, en el mejor de los casos, es la voz principal de la banda o toca algún instrumento.
Y entonces todas nuestras aspiraciones se centran en llegar a ser ésa chica, tenemos que demostrar a todo el mundo que somos mejores que las demás. Es como si solo hubiera una única plaza para cada cien y para ocuparla tenemos que ser las mejores. Podríamos decir que es como una oposición, una vez hayas conseguido ésa maldita plaza tienes que continuar examinandote para acreditar todas las veces que sea necesario que sigues siendo la mejor. Tienes que quedarte en ese sitio para el que has estado preparandote desde que tienes consciencia.
Mientras todo esto ocurre, mientras tú te pasas las tardes estudiando música en el conservatorio o ensayando en tu casa para que los músicos del mundo te juzguen, el primo de tu amiga (que no sabe cantar) se ha montado un grupo con sus colegas que se llama Los Planetas (aunque bien podría llamarse El Canto del Loco, Auryn o vete tu a saber) y han acabado tocando en todos festivales del planeta tierra. Entonces te enteras de que la cosa no va de calidad musical, al menos no para ellos. Te das cuenta de que en esas oposiciones solo hay mujeres y en el tribunal sólo hombres.
Es en ese momento cuando decides dejarlos solos con su movida y organizarte con todas las demás “Chicas” para romper moldes, recuperar precedentes y crear nuevas referencias. Para que las mujeres que aún no han nacido no tengan que perder tanto tiempo opositando para ocupar ese maldito espacio, para que sepan que estamos construyendo un mundo nuevo en el que cabemos todas.
