Hace años ya desde que Loquillo se pregunta qué hacía una chica como ella en un sitio como aquel y desde que los de Radio Futura amenazaban a una chavala con darle una paliza por escribir su nombre dentro de un corazón dibujado con tiza en una pared. Más o menos por aquel entonces fue cuando también se fliparon los de Burning con que si estaban todas locas por ellos, que si las iban a matar y no sé qué.
Ahora se debate sobre si deberiamos censurar o no estas canciones que, a pesar de todo, forman parte de nuestro imaginario musical y siguen sonando en las radios y en las berbenas. Las mujeres no hemos sido las unicas denigradas por los grandes clásicos españoles (y no hace falta decir que esto es homologable a todos los paises del mundo), el colectivo LGTB+ también se ha llevado una buena parte de este pastel. En la ultima edición de OT se desataba la polémica porque dos concursantes pretendian cambiar la palabra “mariconez” por otra menos denigrante en una canción de Mecano y no hace tanto que Loquillo ocupaba titulares junto con Siniestro Total sobre el machismo de sus letras.
Yo no se si es por mi vocación de historiadora pero a a veces me parece que hay un cierto anacronismo en todo esto. La musica es un claro reflejo de la sociedad de su tiempo y enjuiciar con nuestros filtros más contemporaneos una sociedad que ni siquiera se había planteado aún en los años 80 el debate de la violencia de género carece un poco de sentido. Sinceramente, sueño con encontrar un termino medio entre la censura y la indiferencia: Una educación crítica que nos permita llegar a conclusiones lógicas y maduras. Pero mientras tanto solo nos queda la confusión de no saber qué hacer, si censurarles o hacerles el desprecio de passar de ellos.
Y aunque esté realmente confundida lo unico cierto que os puedo decir es que hasta que Loquillo y los suyos no se avergüenzen publicamente de escucharse a ellos mismos diciendo gilipolleces yo no voy a dejar de desear en voz alta que no les compren un disco ni sus propios familiares.
