Viernes 1 de Mayo. Llevaba muchos meses escuchando hablar sobre un grupo que estaba (está) subiendo como la espuma y al que nunca había podido ver. Así que la noche del viernes 1 de Mayo fue el momento perfecto. No sólo por la alineación planetaria que me permitía, por fin, verles. Sino porque también presentaban su primer EP «Prodigy». Obviamente estoy hablando de Badlands.
Estaba fuera de la Wah Wah y le pregunté a un amigo en común con ellos: «Oye, Víctor, ¿cuánto tiempo llevan los Badlands como grupo?». Me responde que menos de un año. «Joder», pensé mientras miraba como se formaba una cola considerable para poder entrar.
Llevan menos de un año y dentro hay más de 100 personas. Fuera otras tantas. Esto prometía.
La primera hostia no tardó en llegar. La guitarra de Mike Fernández no sonó durante tres canciones. Dejaron de tocar para solucionar el problema. «Problema» que el técnico de sonido atribuyó al derrame de una cerveza sobre la caja de inyección. Vale, tragamos y nos lo creemos. Se tardó más de 5 minutos (eternos para la gente, que comenzó a dispersarse, a enfriarse, a hablar más que de costumbre) en solucionar. Miraba a los músicos, miraba sus caras y pensaba: «Es como empezar un partido y que te metan un gol en el primer minuto. Te mata, te desmotiva». Pero los Badlands no son cualquiera. May Ibañez habló y fue como cuando los jugadores le piden a su hinchada que les anime. Que nadie está muerto. Cogió las riendas y dijo: «Vale, vamos a improvisar». Y si eso fue improvisar yo me dejo la música. Se hicieron fuertes cuando pocos lo serían. Cantaron todos esa canción y remontaron el partido.
Porque los Badlands son un terremoto. O un huracán. Les sobra actitud y talento. Aunque de vez en cuando los nervios, el enfado, el «¿por qué justo hoy?» hizo que cometieran fallos. Pero, ¿quién no? El sonido fue lamentable toda la noche. Ellos se armaban de paciencia y pedían más guitarra o menos violín. Paciencia infinita con una sala que no estuvo a la altura. O un técnico de sonido que no estuvo a la altura (como ya viene siendo costumbre).
Ahí estaban ellos. Como un salmón contracorriente, intentando caminar con los pies llenos de barro. Ahí estaba la voz descomunal de May, la experiencia de Mike, el metrónomo humano que es Pau, la juventud y el desparpajo de Rafa y la mano derecha de Raúl bailando sobre las cuerdas de su banjo.
Y menos mal que son un pedazo de grupo, porque sino no sé que hubiera pasado. El verdadero prodigio de esa noche fue el salir reforzado de semejante paliza. Me quito el sombrero, señoras y señores.
Por último os doy un consejo: id a ver a los Badlands, si, siempre y cuando no sea en la Wah Wah. Gracias.
